La deriva de los continentes
Debido a su capacidad de desplazamiento, la distribución actual de los animales está condicionada por las masas de tierra firme sobre las que vivían sus antepasados. Pero la destrucción de esas masas continentales ha variado a lo largo de su historia geológica, según estableció por primera vez en 1915, el meteorólogo alemán Alfred Wegener en su libro El origen de los continentes y océanos. Este fenómeno se conoce como «deriva continental» y sigue produciéndose hoy en día, aunque su lentitud impida apreciar esos movimientos si no es a escala geológica y se debe al empuje continuo del magma (material fundido del manto de la tierra) por debajo de la corteza oceánica.
Según esa teoría, las actuales masas de tierra firme habrían estado en algún momento unidas en un único gran continente conocido como Pángea. Posteriormente, aquel supercontinente se habría dividido dando lugar al continente de Gondwana, en el sur, y al de Laurasia, en el norte, separados ambos por el llamado mar de Thetis. Más adelante, a lo largo de un lento proceso, Gondawna y Laurasia se fragmentaron y desplazaron, dando lugar a los actuales continentes en la posición en la que hoy los conocemos.
Esta teoría considera inicialmente poco creíble, ganó apoyos a partir de 1950 con los estudios del paleomagnetismo, basado en la orientación con relación al eje magnético de la Tierra de ciertas partículas de las rocas en el momento de su formación. Ello permitió confirmar la situación de los continentes cuando se formaron las rocas analizadas, y establecer que todos ellos habían estado unidos en algún momento.